Buscando la Integridad Humana con Dios

julio 13, 2008

Antes que nada. Parte IV.

Los de antes.

¿Pero qué sucede con aquellos que vivieron, aquellos que ya ninguna cosa pueden hacer que esperar su ida al nicho del cementerio? Muchos de estos, aquellos humildes octogenarios, deben padecer comúnmente más de lo que puede padecer un humilde joven. Sin tener sus cualidades físicas tan aptas, perder su independencia en relación a su cuerpo, perder sus atributos mentales y padecer en el dolor de las enfermedades de su edad deben conllevar este sufrimiento personal con el sufrimiento social en el cuál han vivido casi toda su vida. Además ya que al sentir esa sensación de que ya dejarás este mundo, viene los recuerdos amargos de su vida como una película y comienza el proceso psicológico del arrepentimiento, en donde esta persona analiza y se arrepiente de todo lo que vivió. Algunos se traumatizan y se hunden en el dolor espiritual, en donde muchas ocasiones estas personas pierden el sentido de vivir y desean que esto se acabe pronto. Sin embargo, hay otros que continúan con este dolor pero que aún mantiene en forma pacífica y privada la esperanza de surgir y salir del estado que están. Mientras que hay otros que siguen en donde están y esperan a la muerte como alguien que espera en una consulta con su psicólogo. Y lamentablemente hay otros, que en muy pocos casos se aprovechan de su condición y continúan con sus costumbres que poseían cuando eran jóvenes.Aunque el destino de estos abuelitos es sufrir más de lo que sufrieron de jóvenes mediante el maltrato social, personal y auto-psicológico, se pueden salvar y darles, aunque sea por un par de días, el lindo recuerdo de sentirse amado.

Los que vendrán.

Ya es un hecho que el nacimiento de hijos de padres jóvenes está creciendo paulatinamente, y que éstos están destinados en un futuro a seguir los pasos de sus padres. Pero eso no significa que a éstos futuros de Chile no se les pueda rescatar de su situación. Sin embargo, el estigma social no se le hace palpable a estos infantes ya que su inocencia sigue siendo natural en todo ser que nace de cualquier condición social, pero el término de ésta, en este caso, es más rápida que en el rubro alto. Como dije, al seguir los mismos pasos que sus padres, implícitamente da referencia al modelo de actuar, a la herencia inmediata de la pobreza, y a veces, al abuso que los padres aplican sobre ellos; utilizándolos como un medio de ganar dinero y tratar de mantenerse. La utilización de las muchachas como prostitutas y la de chiquillos como rateros juveniles (aunque en la actualidad hay muchos niños que sirven como prostitutos y a las niñas como rateras.) es algo común en la sociedad que, rápidamente ésta le aplica el estigma social sobre ellos. Y a este proceso es lo que yo denomino como herencia de la pobreza. Y lamentablemente esta obligación que les impone sus padres, durante los años, se transforma en una costumbre, un hábito, que en ocasiones utilizan los derechos del niño como un escudo que justifica su accionar, en vez de utilizarlo en otras condiciones.
A esto, se nace la causal paternal de la poca importancia de la educación. Dentro de lo que implica la herencia, nace el causal de la educación. Dentro de una familia humilde, la educación se transforma primeramente como una opción tradicional para un futuro más accesible; si bien, esto siempre es una buena opción, muy pocas veces se puede llevar a cabo, ya que, a veces, la ineficiencia docente y la escasa infraestructura educacional aprisionan emocionalmente al niño, sintiéndose éste como obligado a cumplir una labor. Convivir a veces con la carga de la responsabilidad inútil, o educación innecesaria, les estorba en su pensar y en su proyección a un futuro más accesible. Pero, como un caso que se vive en todas partes, la competencia interna entre el alumnado de cualquier establecimiento reclasifica a los alumnos y los estamenta según su agresividad, su popularidad o su madurez precoz. A este nivel de frustración de cualquier humilde, decide tirar la toalla sin dar la lucha, o se mantiene pero en forma innata (es decir, asistir por asistir y no por aprender.)

Fin de la carta número 8.

A continuación: Penúltima parte. La voluntad de ser pobre y las oportunidades de romper este circulo malicioso.

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