Buscando la Integridad Humana con Dios

junio 10, 2009

Viaje Intergaláctico. II

"¿Está esto bien?, ¿Será lo mejor para mi gente, para el mundo, para Marte?, Nuestra última salida..."


Mi prima vive a un par de cuadras espaciales de la estación de trenes, en un suburbio de las ya caducadas, por su infraestructura obsoleta de objetos y maquinarias ya declaradas ineficientes dentro del plano gubernamental y de la tecnología. Su vida transcurrió programando los derechos espaciales dentro de la nanotecnología y del desarrollo de vidas inteligentes. Por lo menos, no hemos cometido el error que cometió la Colonia Lunar. Su extinción se produjo por la implementación del sistema ALMA dentro de los circuitos metabolizados de la nueva generación de robots. Parecían humanos, salvo por un detalle, no lo eran. Ella trabajó muy duro durante los años 40 para que nuestra humanidad no cayera en la desgracia de la Colonia, sin embargo, caímos en algo peor. La Colonización Espacial, en base a la experiencia adquirida en la Colonia Lunar con los robots, fue un duro avance en contra de la desevolución humana. Es decir, la colonización y destrucción de toda vida en otros planetas fueron gracias a estos robots suprahumanos. La Empresa, que es la que generó este proyecto en el sistema ALMA de las nuevas series de robots, ha surgido como un nuevo Imperio dentro de la Galaxia. Este poderío material y espacial ha sido el dolor de cabeza para la Confederación y la República.
Estamos en el año 2012 después de la extinción de la religión, a punto de cambiar la historia.
Llego a la casa de mi prima, y una hermosa puerta de metal condecorado al estilo del período contemporáneo esta frente de mí. Se esboza en la puerta una cabeza de fénix. Debía ser el timbre. Me inclinó a pulsarlo.
- Ding Dong
Es increíble que el timbre de la casa de mi hermana tenga ese peculiar sonido.
El Fénix me mira con unos ojos de rubí (el elemento más barato de Marte) y abre sutilmente su boca, y sale una voz de una mujer de ya con bastante edad.
- ¿Sí?
- Prima, soy yo.
- ..., pasa.
La puerta se abre majestuosamente invitándome a una hermosa sala tridimensional, ya un poco envejecido por su poca memoria útil. Mostraba la apariencia de una sala Medieval (de hace unos 3000 años atrás, increíble que exista ese tipo de información) y en la entrada estaba una mujer vestida con una bata escosesa, mirada asqueada y con una chispa en sus ojos que me mostraban el odio permanente que me ha tenido. Su envidia era clara.
- ¿Qué haces acá?
- Vine... a mostrarte esto- indicando la maleta que traía conmigo. Tenía de emblema el símbolo de un fénix y un dragón, alrededor de una letra sigma mayúscula.
Sus ojos cambiaron de tonalidad a azul claro cuando observó aquél emblema, y ella entendió perfectamente los motivos de mi visita.
- Pasa.
Dejándome la entrada libre, decidí entrar. Cuando puse el primer pie dentro de aquella casa, sabia que todo marchaba muy bien. La Empresa, caería.

junio 07, 2009

Viaje Intergaláctico. I

Nunca me gustó viajar por tren a visitar a mi prima. Cabra testaruda. Siempre le he dicho lo mismo. No me gustan los trenes, no me gusta observar los paisajes tan marchitos por la producción de Deutrino, no me gusta sentir el olor a combustión radioactiva proveniente de las plantas antiplasmaticas; pero no, me compra un boleto en tren, en un asiento con vista a lo que fue, hace 30 años atrás, un lindo campo; y por una via cerca de la planta 38-A de Deutrino.
Es increible que nuestro planeta Marte haya cambiado con tan rapidez. Cada vez que recuerdo como fue en aquella época de mi infancia, siento que viajo por un pequeño rayo de radiación en un vasto espacio de recuerdos vacios, inocuos, con tendencias a olvidarse para siempre por el maldito agujero negro de la amnesia senil. La invención de los prototipos espaciales y de la investigación sobre las posibles colonizaciones a planetas cercanos al nuestro, ha generado la demencia marciana sobre las nuevas generaciones. Olvidar nuestras raices a cambio de comenzar una nueva historia, suena tentador para muchos que desean transformarse en los nuevos "dioses" de los planetas que conquistan. Y eso hacen olvidar quienes son, de donde provienen y para donde van.
El reflejo de un rostro en la ventana me muestra a un hombre cansado, austero, con la mirada pérdida en los restos de olivos secos cerca de un rio verde. Debe ser a causa de los restos de molibdenita sintetica. Éste acaba finalmente en un par de construcciones colosales de 5 metros, amplios, anchos y de un color negro azabache que causa una cierta impresión a un castillo del infierno. Sus miles de tuberias conectan en la tierra y pareciera que succiona magma a una velocidad increible. Finalmente en su parte superior hay un pequeño emblema, el de la Compañia. Maldita Compañia, fundadora de tanta muerte; gracias a tus ideas mi pequeño mundo se hace pedazos por tu maldita avaricia.

"Señores pasajeros, estamos llegando a la estación FB23-78-49C, por favor salir por las puertas 12, 15, 17, 34, 67, 89. Gracias"

El tren comenzó a aminorar su marcha mientras que el tunel de la estación comienza a ocultar de a poco aquel edificio, uno de los tantos miles que hay en Marte. Pero algo brilla en una parte de aquel vasto terreno asqueroso... algo redondo, blanco... con orificios...¿Una CALAVERA?! Antes de confirmar mi suposición, el tunel succiona completamente el paisaje. Todo oscuro. Segundos despues, la estación. Grande, con una infraestructura similar a los aeropuertos que existian en mi infancia (a los años de la invención de la teletransportación intramaterial, todo esos aeropuertos se transformaron en escondites de asaltantes; algunos, con suerte, en museos de caridad.) pero no poseían ese color claro de vida, energía; sino era oscuro, grisaceo y con un leve olor a azufre.
El tren para de golpe, ya debo hacer conciencia de que esto se va a acabar. Me levanto del asiento, abro el compartimiento superior y saco la pequeña maleta portatil. Si mi prima esta de acuerdo, y recibe las ideas locas de su primo, como favor antes de que muera de cancer...
Entonces el Apocalipsis de Marte ha comenzado.