Buscando la Integridad Humana con Dios

junio 20, 2008

Antes que nada. Parte III.

La Televisión, la cultura accesible del pobre.

Y ciertamente, los medios de comunicación, en especial la televisión, ha formado la cultura y el único medio en el cuál el humilde aprende sobre la vida. Los padres de un joven humilde le enseñan valores sólo si ellos tienen esos valores, le platican sobre que debe salir del estado en el cuál viven; o a veces, sucede del caso en el que los padres no forman ningún lazo con sus hijos, por miedo, por rabia, eso depende de cada padre.

La televisión enseña al pobre tres cosas, que las he sacado como conclusión:

1. La manera más fácil de conseguir dinero.
2. La manera más fácil de tener mujer (u hombre sea el caso), y
3. El más terrible y engañoso, ilusionarlos con vidas que quizás ellos no podrán tener.

Referente al punto tres daré referencia ahora.
¿Te has dado cuenta lector, que lamentablemente muchos humildes se sumergen en la idea de una vida de lujo y riqueza sin serlo? Si tu respuesta es sí, te puedes saltar la explicación, si es no, te pido que leas mi respuesta.
Muchas casas de poblaciones humildes prefieren sacar más de mil ochocientos tantos cuotas en una tarjeta para un televisor plasma, o un computador de último modelo con internet (Acuérdese que dije que hablaré sin una división de la pobreza explicado en El Pobre de Hoy.) Es gracioso a veces pasar por Avenida lo Ovalle acá en Santiago y ver casas de maderas, como si apenas se mantuviesen, con antenas de telefónica supuestamente de internet o televisión por cable. Pero, lector, aunque lo que acabo de exponer sea una contradicción con mi punto anterior, le digo que no lo es. Ya que, mirándolo en un punto de vista práctico, es de cierta manera correcto que la familia se dé un poco de “autoestima” y pueda sentirse parte de la sociedad adquiriendo instrumentos que cada vez se hace más indispensable. Pero eso no significa tampoco que deba arriesgarse a aparentar frente al otro su adquisitivo. Démonos cuenta en el detalle de la televisión como factor atractivo en este asunto.

Spots publicitarios que caen como lluvia torrencial en la mente del humilde, influencias publicitarias que convencen a la gente de que la adquisición de un producto les cambiará la vida en un chasquido de dedos; o las irresistibles ofertas que ofrece una casa comercial con sus tarjetas de crédito. Todo eso conjunto a la expectativa del humilde de salir de su agujero emocional y social; hace que estos “bombazos culturales” le sean la última escapada, su última manera de salir adelante.

Otro tipo de influencia que puede efectuar nuestra querida y ponderada “caja cuadrada” (mejor dicho “caja plana”) es sobre los jóvenes referente a la moda y el estilo de vida que deben llevar. Un joven, desamparado y aislado automáticamente por su condición de humilde, busca una identidad que lo ayude a salir del agujero emocional en que vive y sentirse acogido y aceptado por la gente, o entre sus mismos pares. La televisión, en su gama de colores provee una gama de propuestas de identidad al joven, hacerlos escoger un tipo de moda que le sea más adecuado y con ella, de cierta manera, los ayude a conseguir más fácilmente lo que desean. Este tecnicismo logra invaluablemente en el joven la adhesión completa a la televisión. Y en muchos casos, el humilde asimila este aparato como la única fuente cultural o desarrollo moral. Si estudiásemos en la actualidad los distintos programas que se muestran en la televisión, en los múltiples horarios de sintonía, podemos ver los tipos de enseñanzas que les plasma en la mentalidad de los jóvenes y en los adultos.

La Agresividad como barrera.


Pero, como una solución aleatoria a este sufrimiento innecesario del pobre, se busca en la agresividad y la brutalidad una forma de sobrellevar su dolor. Conforman dentro de su obrar la ira, su única descarga válida del aquel dolor que comúnmente deben llevar sobre sus hombros. Y es en esto, donde la sociedad ataca más al humilde y lo aísla más.
Poniendo un ejemplo más que válido. El típico “flaite”. Si analizamos este estereotipo, nos daremos cuenta de un sinnúmero de características que avalan mi parecer a lo dicho en el párrafo anterior. Su forma agresiva, prepotente, de imponer respeto y en ocasiones, imponer el miedo; son algunas de las formas en la cual relaciona la sociedad al pobre en general. Además de relacionar al flaite con un ladrón, o un violador, o un “estorbo” social, hace que la mayoría de los jóvenes humildes caigan bajo ese aspecto y no puedan surgir del estado social en cual vive. Pero, debemos decir que no todos los “flaites” son así; de cierta manera, si llegásemos un día a oírlos, a escucharlos de corazón y ponernos en su lugar, nos daremos cuenta de su largo historial personal que incumbe temas como padres maltratadores, madres prostitutas, hermanos ladrones, o familiares violadores y/o drogadictos, y además, y si tenemos la oportunidad, podríamos escuchar sus sueños, sus anhelos, su ideal para el futuro y como de cierta forma la sociedad le pone un pie o les cierra la puerta en forma rotunda.

Pero lamentablemente, muchos de estos flaites se ciegan tanto en su ira y frustración, que se les pierde en sus corazones la fe en el progreso o en una opción para sobrevivir mejor que sus padres, y se sumergen en las carreras más fáciles que son la drogadicción y el raterismo. Y de esta actitud nace principalmente el juicio social contra ellos.

Fin de la carta número 7.
Próximo capítulo: Los pobres del ayer, del hoy y del mañana

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