Nunca me gustó viajar por tren a visitar a mi prima. Cabra testaruda. Siempre le he dicho lo mismo. No me gustan los trenes, no me gusta observar los paisajes tan marchitos por la producción de Deutrino, no me gusta sentir el olor a combustión radioactiva proveniente de las plantas antiplasmaticas; pero no, me compra un boleto en tren, en un asiento con vista a lo que fue, hace 30 años atrás, un lindo campo; y por una via cerca de la planta 38-A de Deutrino.
Es increible que nuestro planeta Marte haya cambiado con tan rapidez. Cada vez que recuerdo como fue en aquella época de mi infancia, siento que viajo por un pequeño rayo de radiación en un vasto espacio de recuerdos vacios, inocuos, con tendencias a olvidarse para siempre por el maldito agujero negro de la amnesia senil. La invención de los prototipos espaciales y de la investigación sobre las posibles colonizaciones a planetas cercanos al nuestro, ha generado la demencia marciana sobre las nuevas generaciones. Olvidar nuestras raices a cambio de comenzar una nueva historia, suena tentador para muchos que desean transformarse en los nuevos "dioses" de los planetas que conquistan. Y eso hacen olvidar quienes son, de donde provienen y para donde van.
El reflejo de un rostro en la ventana me muestra a un hombre cansado, austero, con la mirada pérdida en los restos de olivos secos cerca de un rio verde. Debe ser a causa de los restos de molibdenita sintetica. Éste acaba finalmente en un par de construcciones colosales de 5 metros, amplios, anchos y de un color negro azabache que causa una cierta impresión a un castillo del infierno. Sus miles de tuberias conectan en la tierra y pareciera que succiona magma a una velocidad increible. Finalmente en su parte superior hay un pequeño emblema, el de la Compañia. Maldita Compañia, fundadora de tanta muerte; gracias a tus ideas mi pequeño mundo se hace pedazos por tu maldita avaricia.
"Señores pasajeros, estamos llegando a la estación FB23-78-49C, por favor salir por las puertas 12, 15, 17, 34, 67, 89. Gracias"
El tren comenzó a aminorar su marcha mientras que el tunel de la estación comienza a ocultar de a poco aquel edificio, uno de los tantos miles que hay en Marte. Pero algo brilla en una parte de aquel vasto terreno asqueroso... algo redondo, blanco... con orificios...¿Una CALAVERA?! Antes de confirmar mi suposición, el tunel succiona completamente el paisaje. Todo oscuro. Segundos despues, la estación. Grande, con una infraestructura similar a los aeropuertos que existian en mi infancia (a los años de la invención de la teletransportación intramaterial, todo esos aeropuertos se transformaron en escondites de asaltantes; algunos, con suerte, en museos de caridad.) pero no poseían ese color claro de vida, energía; sino era oscuro, grisaceo y con un leve olor a azufre.
El tren para de golpe, ya debo hacer conciencia de que esto se va a acabar. Me levanto del asiento, abro el compartimiento superior y saco la pequeña maleta portatil. Si mi prima esta de acuerdo, y recibe las ideas locas de su primo, como favor antes de que muera de cancer...
Entonces el Apocalipsis de Marte ha comenzado.
Buscando la Integridad Humana con Dios
junio 07, 2009
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